domingo, 30 de mayo de 2010

Pulsión de Chisme...


La reunión era como todas, totalmente informal. Había muchas cosas de las que hablar, algunos asuntos que debatir, algunas personas que criticar… en fin, solo cabía la posibilidad de juntarse a “charlar”. La puntualidad fue común denominador de todas las que hasta allí se llegaron, había muchos asuntos de los que hablar; y seguramente por la diversidad y variedad de dichos “asuntos” era que ninguna sabía en concreto de que hablar. Pero ¿eso acaso representa un problema? Pues no!, rotundamente no! En fin siempre algo sale y sino, cabe la siempre salvadora función del llanto, en estos casos totalmente remitida al goce e inequívocamente desencadenante de futuras palabras.
Los personajes de tan común reunión eran de lo más variados, se combinaban todo tipo de sujetos pero entre ellas no había diferencias. Una petiza flemática bien vestida era la anfitriona de la velada; entre las visitantes había una que se destacaba por lo porfiada, esta era la que empezaba los temas y a su vez quien peores críticas podía regar en esos jardines de comentarios. Los lazos comenzaron con naturalidad, algunas carcajadas, comentarios tópicos y obvios; y como era de esperarse, el llanto no se iba a perder tan consagrada ocasión para ser la vedette de la noche.
Todo marchaba como siempre marcha todo en estas típicas reuniones. Sin embargo tras haber pasado unas horas, justo cuando las rondas de mate están empezando a producir sus efectos y obligando a la gente a sucumbir a sus funciones fisiológicas, justo, justo, justo ahí, simplemente se apareció. Para esta altura algunas ya se habían marchado y solo quedaban unas pocas, aunque no hay memoria sobre cuantas eran con exactitud se deduce que no superaban las seis participantes. Cuando se presentó lo hizo de golpe y no salió de la boca y el pensamiento de una sino de todas y, cuando tan terrible, tenebroso, complicado, extraño, retorcido tema se presentó ya no hubo vuelta atrás: Los inefables sentimientos que provoca el amor. Ese y no otro fue el tema que llevó al desatino y la tragedia.
Ya no hubo más lógica a la que acudir y no alcanzó con el tesón que se puso en dilucidar las emergentes dudas y contradicciones de un tema tan singular. Pero una de las presentes izó fuerte su vos y entre nervios y estertores se pronunció única y sin más lo dijo: “Yo tengo una amiga que conoce a alguien que sufre desconsolada por las vueltas del amor”. Ese fue su fin. El debate por el tema, sumado a la nueva información, al conocimiento de que a alguien le sucedía algo que pudiese guardar alguna minima y remota cercanía con lo que ellas estaban tratando en ese momento caló con demasía potencia en sus mentes y ya no hubo mas que eso, que solamente el relato y el debate… en fin nada más y nada menos que el chisme.
Al no existir en sus mentes ya nada mas que el chisme, se perdió todo lo demás y fue así que no pudieron separar toda su atención, su cuerpo, su alma, todo unido ahora a un relato eterno ¿pues quién puede con ciencia cierta decir algo del amor y no encontrar alguien, algún conocido, pariente, alguien que sufra sus consecuencias y por ende cumpla los requisitos para ser contados? Pues nadie, todos tienen alguien de quien hablar. Así uno a uno se fueron dando los relatos y el chisme las dominó. Todas aguantaron todo para seguir escuchando y contando. La escena debe de haber sido terrible por los olores, las lágrimas, las orines y defecaciones que se sucedían ahí mismo y las moscas que esto atraía… pues nadie se iba a levantar ni siquiera para lo esencial, ya no había nada fuera del chisme. De esta forma murieron las primeras totalmente alteradas, sucias, seguramente de hambre, pues ni comer podían. De las últimas dos que quedaban una falleció producto de una excesiva pérdida de sangre; de tanto hablar la lengua se le había lastimado y resquebrajado junto con toda su boca y al no poder detenerse la sangre le empezó a brotar a chorros, pero ella siguió y siguió hasta derramar sus últimas gotas de sangre entre palabras indescifrables.
La restante fue rescatada por los vecinos que la encontraron en paupérrimas condiciones totalmente sacada de si, llorando y sin poder parar de hablar y contar y contar y contar.

Hasta aquí el relato que he podido reconstruir de las palabras que la paciente me ha otorgado con extrema tranquilidad y sin aparente conciencia de estar haciéndolo. Dicho relato fue proporcionado por la paciente en el único momento en que a la misma se le ha disminuido su dosis de sedantes y se le ha quitado las ataduras de su boca. Por el relato deducimos que quien ella describe como anfitriona, no se trataría de otra persona que ella misma, en fin, la única sobreviviente y quien ahora ya se encuentra correctamente medicada y con sus ataduras en dientes, lengua y boca en general. Espero que este ejemplo y experiencia pueda ser útil a ustedes estudiantes y futuros profesionales, en un intento de seguir esclareciendo y teorizando sobre las patologías derivadas de la ya conocida pulsión de chisme.
Samuel Cortez

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